El Exorcismo

- ¡Abuela, abuela, ya estamos aquí!

- Hace frío ¿verdad? Entrad, entrad y sentaros al braserico a calentaros y merendar.

- ¡¡¡¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!

- Abuela, ¿nos cuentas una historia?

- Pero no de las de siempre, hoy algo distinto, que siempre nos cuentas historias para niños pequeños.

- Eso

- ¿Y que os aparecería que os contara?

- Una de amor

- Nooo, calla, siempre igual, Luisa.

- A ver listo, di tu algo mejor.

- Una de miedo, eso una de miedo.

- Estáis seguros de que queréis oír una de miedo.

- Si, ya te hemos dicho que no somos niños pequeños.

- Vale, vosotros lo habéis querido. Esto que os voy a contar ocurrió hace mucho tiempo, pero mucho tiempo. No había nacido ni la madre de mi madre.

- Venga ya, entonces tiene que hacer miles de años.

- Oye niño, que no soy tan mayor, leches. Bueno, como iba diciendo. Esto ocurrió hace mucho tiempo, muy cerca de aquí. Un …

- ¿Cómo de cerca?

- Si miráis por la ventana ¿qué veis?

- La torre



- Es ahí donde ocurrió todo.
Era un tiempo oscuro, en una época oscura. La gente oía chillidos y lamentos, veían apariciones espectrales y humo con olor a azufre, procedentes de esa torre ruinosa. El pánico llegó a ser tan grande que las barracas alrededor se desocuparon y las autoridades decidieron que el obispado se encargara del asunto.

¿Y cómo lo hizo? Decidió mandar allí a 9 frailes. Estos habían sido escogidos previo sorteo en cada comunidad. La misión era peligrosa y su objetivo debía ser cumplido so pena de de despojo de hábito y excomunión mayor.

Así el primero salió del Palacio Episcopal con nada más sonar el primer tañido del toque de Animas con un farol y un carbón, una hora más tarde salió otro, y así hasta los 9. Su misión era llegar a la torre, indagar lo que pudieran en ella, escribir su nombre en una pared y regresar a una parroquia concreta, por separado y sin hablar con nadie donde entregaría su informe. A su vez, los 9 párrocos llevarían estos informes al Palacio.

Mientras esto pasaba, las gentes del lugar atrancaban sus puertas y ventanas, y hasta encendieron lumbres para bloquear el paso por las chimeneas. Los rosarios volaban de mano en mano.

Cuando llegaron los informes al obispado las conclusiones eran aterradoras, había una mano negra en aquel lugar. Y lo único que se podía hacer contra eso era un exorcismo.

Así que cuando todo estuvo preparado, una comitiva partió desde la catedral encabezada por una Cruz alzada y ciriales. Detrás, los Franciscanos de San Diego, los Carmelitas de Santa Teresa, los Jerónimos de La Ñora y hasta los frailes de Santa Catalina del Monte. Por último, los Dominicos. Detrás procesionaron los Cabildos de párrocos y de la Catedral, arropando al obispo. Claro está que también hubo cientos de curiosos, entre ellos el alcalde y los regidores.

Así que imaginaros a toda esa gente entre cánticos e incienso al ritmo que imponían en la distancia las campanas de la Catedral, hasta que el cortejo alcanzó su destino. Ni imaginaban qué iba a suceder.

Sin previo aviso, un humo denso inundó el lugar y, entre llamas infernales apareció la mano negra. Y no sólo eso. Además, se mostró comunicativa. Extendiendo sus dedos carcomidos, la mano señaló a los presentes. El obispo supuso que la mano buscaba a alguien y ordenó que formaran una fila para pasar ante ella.

Todos, al llegar a la puerta, balbuceaban: “¿Me buscáis a mí?”. Pero la mano hacía un gesto de negativa. Hasta que llegó el prior de los dominicos, Juan Blázquez. Hombre joven y gallardo, la mano volvió a señalarlo. Había sido el elegido, así que resignado, recibió la bendición del obispo, quien le entregó al monje un Lignum Crucis, y se acercó a la Torre. Las puertas se abrieron, el religioso desapareció dentro y la mano de la ventana.

Media hora más tarde, el prior salió de la casa, pidió un papel donde escribir y volvió a entrar. Oscureció. Otra media hora después, las puertas se abrieron. Un escalofrío recorrió a los presentes al comprobar que el prior se había convertido en un anciano torpe, cuajada su cabellera negra de canas. Con una voz quebrada anunció: “He jurado no decir nunca el motivo de este prodigio. La mano negra no aparecerá más a condición de que nadie se ocupe de esto”…>

- Y no habló ¿verdad abuela?

- Bueno, ya me lo contareis mañana por la mañana…
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Esta historia ocurrió de verdad en la antigua Torre de la Lavandera en Churra, una pedanía de Murcia. El exorcismo ocurrió un 19 de octubre de 1671. Según la tradición, la mano negra pertenecía a un hereje o preso ajusticiado en la horca, a veces quemado vivo.

Fray Juan Blázquez cumplió su palabra. Aunque apenas sobrevivió unos años, jamás volvió a salir del convento y sus hermanos, pese a que reconocieron «espiarlo hasta sus menores movimientos», sólo descubrieron que, «tenía mucho cuidado con las lámparas del Santísimo. Bajaba a medianoche a atizarlas para que no se apagaran». Así consta, aunque sea increíble, en muchos textos de la época.

8 gotas de lluvia:

    Madre mía! qué canguelo!!!
    Me ha encant-ado, y la foto te ha quedado es-pec-ta-cu-lar!!!!

     

    Uff, que miedo!!!Me ha encantado!!! La foto está genial. Que manos tienes, ado!!!

     

    (0_0) Ado!!!!nada más que por esta historia si visito alguna vez tu tierra me tienes que llevar alli!!!

     

    vale, menos mal que no leí esto anoche.
    Mola Ado.

     

    Mooooola

     

    Ha sido espeluznante, Ado.
    Yo también quiero ver ese sitio, ajaja.

    Por cierto, se te ha olvidado la < de empezar :-)
    Besos!!!

     

    Ver el sitio va a ser dificil, porque como la propia historia dice estaba en ruinas, y se terminó de arruinar. La pedanía si continua ahí.

    No Eli, no se me ha olvidado el <, pero me daba error en el html y me borraba el párrafo primero de la historia, así que después de varios intentos moviendo el dichoso < par adentro, opté por quitarlo, y fijate, me dejó publicarlo entero. jajajaja

     

    POs anda que... 8-(

     

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